LA GALLINA NO TUVO LA CULPA
Por: Claudia Montoya
Diciembre de 2015
Publicado en la Revista P&M. Diciembre 2015
Protagonistas de la historia: la ama de casa que ha creído que todos los caldos para condimentar se hacen con gallinas de galpón blancas que atiborradas en una caja, crecen una encima de otra. La ama de casa se enfrenta a una nueva percepción pues ha encontrado a la otra protagonista: la gallina criolla que crece feliz en granjas hermosas donde caminan al sol, comen maíz y verduras de campo. La señora, sorprendida con la crianza y alimentación de las gallinas, termina convencida de las diferencias entre los caldos hechos con gallinas criollas y los hechos de otras gallinas.
Esta historia de la gallina feliz, molestó a FENAVI y preocupó a la SIC. Afirmaciones como que el caldo “Doña Gallina es 100% de gallina criolla”, “que la mayoría de los caldos están hechos de gallinas blancas y Doña
Gallina sólo está hecho de gallinas criollas”, por supuesto que tendría que llamar la atención.
Así, la historia empezó indagándose si las condiciones objetivas y específicas anunciadas por Doña Gallina eran cumplidas; si la composición del producto descrita en el empaque era correcta; si el “Caldo Doña Gallina Criolla” tenía o no ingredientes adicionales a los anunciados en los comerciales de la Gallina Criolla; si el hecho de que las gallinas tuvieran amplios espacios y todos los días salieran al sol podría ser no ser veraz, toda vez que, paradójicamente, ésta situación podría contrariar las políticas de bioseguridad para aves de corral; que las imágenes del comercial fueran no veraces; que al compararse los productos “Caldos de Gallina Doña Gallina” y “otros caldos” realmente no existiera diferencia alguna entre las gallinas de Doña Gallina y las de los otros caldos, especialmente en cuanto a la dieta “vegetariana” de maíz y verduras anunciada.
Tras una larga investigación que empezó en el año 2013 y terminó a finales del 2015, cuando quien sabe ya cuántos caldos se habrá comido el vecino de la tienda, la SIC encontró lo siguiente:
I ) Quien consume caldos si bien está en un segmento particular, no por ser el consumidor promedio y racional de la categoría conoce “por que si”, que los cubos de caldo están compuestos por diversos ingredientes. El consumidor de la categoría no siempre es capaz de discernir que un producto, en este caso el caldo en cubo, no está hecho exclusivamente de gallina. Desde mi punto de vista, esta es una asunción peligrosa que el anunciante nunca debe hacer. En efecto, la SIC encuentra que no es de recibo el argumento por el cual “Doña Gallina” indica que la intención del mensaje publicitario era comunicar “la presencia del ingrediente carne de gallina criolla dentro de la composición del caldo “Doña Gallina”.
II ) No es válido frente al consumidor pretender sanear la publicidad a partir de la información que se tiene al momento de realizar la decisión de compra, mucho menos resulta válido defender las afirmaciones del comercial apoyándose en el hecho de que el consumidor tiene el deber legal de informarse sobre la naturaleza y características del producto que consume. Este deber, por supuesto que no puede superar la carga que tiene el anunciante de ser claro y veraz en su publicidad. Si se mira el etiquetado del caldo de gallina en él se indica nada más y nada menos qué contiene: sal, harina de cereales (arroz y trigo), grasa (vegetal y/o de pollo), acentuadores de sabor (glutamato monosódico, inosinato y guanilato de sodio, extracto de levadura), azúcar, carne de gallina deshidratada, cebolla deshidratada, especias deshidratada (ajo y/o perejil y/o pimienta), sabor idéntico al natural de pollo, sabor idéntico al natural de carne, sabor idéntico al natural especias, colorante natural (Cúrcuma), anticompactante (dióxido de silicio), color caramelo.
Resulta casi un sofisma de distracción haber pretendido defender la pieza publicitaria bajo el argumento de que los consumidores cuando se les habla de la categoría de caldos de gallina, asumen inmediatamente que es un cubo compuesto por múltiples ingredientes y no solo carne, pues si se da preponderancia al caldo de “gallina criolla”, inclusive el consumidor cautivo que no está en la categoría aludida, podría empezar a consumir un producto motivado por sus elementos naturales, lo cual resulta falso.
III ) Primera moraleja, y lo dice la SIC: “ la publicidad es una herramienta fundamental con la que cuentan los comerciantes, para diferenciarse de sus competidores, razón por la cual quienes tienen a su cargo la elaboración de piezas publicitarias, deben ser sumamente cuidadosos con las promesas o elementos objetivos que anuncian, pues si bien por la naturaleza misma de la publicidad, se debe hacer uso de recursos creativos para hacer atractivo el producto y generar recordación del mismo, aquellos siempre deben soportarse en datos reales y verificables, de tal modo que el consumidor pueda tomar una decisión de consumo informada. De igual manera, es necesario tener claro, que una vez se despliegan las campañas publicitarias, el anunciante, de
manera automática, queda obligado a cumplir los elementos objetivos contenidos en la publicidad y en los términos ofrecidos”.
IV ) Segunda moraleja: La gallina no tuvo la culpa.